Historia

Villaherreros, comunidad apegada a los sembrados y barbechos de su amplio campo, fuerte ante las vicisitudes adversas y siempre poseedora de valores típicos de nuestra tierra castellana.

Nuestros pequeños pueblos palentinos también tienen historia. Historia oculta bajo las humildes apariencias del antiguo adobe o del moderno ladrillo. Así comienza  la publicación “Aproximación a la historia de Villaherreros” elaborada por Jesús González Valles en 1990, que recoge información y datos históricos sobre nuestro municipio. Información que también encontramos en los artículos publicados desde 1984 por Ángel Herrero en diferentes ediciones de la revista Voces.

 

Los inicios

Todo podría comenzar a finales del siglo III d.C., cuando en El Itinerario, de Antonino Augusto, se describe la vía número 1 de la Hispania de los romanos, que transcurría por donde hoy se halla Villaherreros, y que cubría el trayecto desde Segisamone (Sasamón) a Lacobriga (Carrión de los Condes) pasando por Dessobriga (Osorno). Acaso existió, pero no hay escritos que lo demuestren.

Algunas hipótesis apuntan a que existió un poblado, Vallarna, a varios metros del actual casco urbano de Villaherreros (al lado de la carretera actual de Villaherreros a Villasarracino, frente al kilómetro 3,100). Una suposición que, de ser fiable, pudiera pensarse en la existencia de un asentamiento tardorromano en este lugar: una vega apta para el cultivo agrícola, cercana a una calzada romana y a una distancia aceptable de Lacobriga y Dessobriga.

Esto induce a pensar que Villaherreros es posterior a Vallarna con muchos siglos de diferencia. Según todos los indicios, hay que esperar al último tercio del siglo IX —cuando se reconquista la margen derecha del río Duero— o principios del siglo X, es decir, al establecimiento de núcleos de población llegada de Cantabria y de tierras leonesas. Además, dado su topónimo, podemos creer que en la población establecida en Villaherreros tuvo que haber especializados en ferrería. Sin embargo, lo más fiable a la hora de fijar fechas, es la portada románica de la iglesia parroquial, que pertenece con toda probabilidad al siglo XII, aunque todo el conjunto del templo es de estilo gótico de los siglos XIII y XIV.

Hay documentos del siglo XIII en los que se mencionan, no solo Villaherreros, sino también Vallarna y San Millán como entidades autónomas. Uno de ellos es “Estimación de rentas” del cabildo palentino, en el que se señala, escrito en latín, que Villa Ferreros, Sanctus Hemilianus et Fonte Andrino y Bayllarna poseen iglesia propia que debía pagar bienes en el año 1214.

Más adelante, a mediados del siglo XIV, se publica por orden de Pedro I de Castilla el “Becerro de las Behetrías”, siendo behetría la entidad capacitada para elegir a un señor. En estos escritos San Millán no aparece, por lo que se entiende que esta población no tuvo entidad demográfica significativa. Sí que aparecen Villa Ferreros y Vallarna, enclavados en la merindad de Monzón de Campos, pese a que, en la actualidad, al margen del «Becerro de las Behetrías», no se encuentra tradición oral ni toponímica de la existencia de Vallarna, solo en el arroyo que lleva su nombre.

En la esfera de lo civil Villa Ferreros y Vallarna constituían dos comunidades distintas. Otro tanto sucedía en cuanto a la jurisdicción eclesiástica. Se publicó anteriormente el “Becerro de los Beneficios” o “Repartimiento de beneficios del obispado”. Este documento ofrece datos para juzgar la situación religiosa: ambas comunidades pertenecían al arciprestazgo de Abia y cada una poseía una iglesia parroquial, alrededor de la cual giraba la vida religiosa. Vallarna tenía su parroquia, dedicada a Santa María, de cuya construcción no queda ningún vestigio. La actual ermita de Nuestra Señora de Vallarna es posterior y no está enclavada en el lugar de la antigua parroquia de este pueblo totalmente desaparecido. Más extensa y floreciente fue la parroquia de San Román de Villa Ferreros, a la que se le unían la ermita de San Millán y, presumiblemente, la de San Pedro.

En este “Becerro de los Beneficios” publicado en 1346 se alude a San Millán, pero no se hace en el “Becerro de las Behetrías” publicado cinco años más tarde. Esto invita a considerar que la población de San Millán pudo desaparecer, y el motivo de esta súbita desaparición pudo ser la peste negra, que justamente por esos años causa estragos demográficos en tierras palentinas.

Hoy no queda rastro alguno de lo que fuera San Millán, que nunca formó un núcleo importante de vecinos. Solo queda una ermita de construcción sencilla.

 

Antiguas escuelas en Villaherreros. / Foto cedida por: Marta Díez

 

El desarrollo de Villaherreros

De las posibles tres poblaciones del contorno, solo Villa Ferreros logró sobrevivir. Se mantiene en pie a pesar de la catástrofe epidémica y contra viento y marea de los caprichos y ambiciones del poderío feudal. No sabemos si la villa hizo honor a su topónimo, pero es seguro que su vida socio-económica estuvo más ligada al arado que al yunque. Con todo, los vecinos corren en el siglo XIV y parte del siglo XV igual o parecida suerte que los demás pobladores de los campos palentinos: regresión demográfica, epidemias, sequías e inquietudes ocasionadas por incursiones y conflictos bélicos entre Pedro I y Enrique de Trastámara, primero, y entre las princesas Isabel y Juana después.

Sin embargo, una prueba de que Villaherreros —en el año 1585 ya encontramos los nombres de Villaherreros y Fuenteandrino, así consta en el libro de las Ordenanzas para el Concilio de Trento de la Diócesis de Palencia— no sucumbió a las vicisitudes adversas es que por esta época, ya entrado en el siglo XVI, se considera necesario restaurar la iglesia parroquial de San Román. Realizada a través de un mecenas, García de Valverde, casado con Constanza de la Serna. Esta acción, marca un hito importante en la historia de Villaherreros que, a juzgar por las amplias dimensiones que adquiere el templo, había alcanzado un índice relativamente alto de desarrollo demográfico, y también podemos decir que su actividad agrícola se había visto aumentada con la adquisición de campos de cultivo.

En 1619, Juan de la Serna, bisnieto del mecenas, compra a Felipe III el feudo de Villaherreros. Un momento en el que las exigencias fiscales ocasionadas por los compromisos de la corona hacían imposible el progreso económico de los pueblos pequeños que se veían obligados a ponerse en manos de señores para subsistir.

Juan de la Serna otorgó a su hermano Pedro el título de “gobernador perpetuo de la villa”, y este ordenó destruir las casas de sus padres para edificar en ese suelo el palacio que aún hoy existe en el municipio, en la plaza del Campillo.

Entretanto, y tras una restauración de la parroquia de San Román, Villaherreros mantiene cotas bastante bajas de población. Según el censo realizado en 1787, tiene la categoría de Villa, como la mayoría de los municipios de la zona, y posee un alcalde ordinario. Su población total es de 750 habitantes y, entre las profesiones registradas, destacan los curas beneficiados, tenientes de cura, sacristanes, escribanos, estudiantes, labradores, jornaleros, fabricantes, artesanos, criados, fuero militar y dependientes de la cruzada. Curiosamente se constata la existencia del hospital.

La vida del pueblo transcurre pacífica entre la agricultura y algunas pequeñas industrias domésticas relacionadas con la ganadería principalmente lanar. Sin embargo, su difícil acceso a las vías de comunicación y transportes impide que los excedentes cerealistas en años de buena cosecha sean trasladados a mercados apetecibles

En 1833 tiene lugar la división de España en provincias, pero a Villaherreros, que se encuentra en la provincia de Palencia, no le afecta fundamentalmente, como tampoco mejora su situación agrícola y ganadera. Sigue esforzándose, eso sí, por sacar de su campo el máximo rendimiento.

 

Una vista de Villaherreros desde dos antiguos palomares. / Foto cedida por: Marta Díez

 

Cambios y reformas

El siglo XIX empieza en España bajo el signo del temor a las ambiciones napoleónicas. Sin embargo, la presencia de las tropas francesas en esta zona palentina no se prolongó más, porque por junio de 1813 las fuerzas extranjeras se replegaron hacia el norte de la península.

Hay aquí una época de resurgimiento en Villaherreros. A mediados del siglo XIX, el pueblo ha experimentado un crecimiento demográfico notable, hasta 822 habitantes: una prueba de este aumento fueron los 55 jóvenes alistados al servicio militar en el año 1842. Por otra parte, la riqueza imponible alcanza cotas tan elevadas que, entre los 54 ayuntamientos entonces pertenecientes al Partido Judicial de Carrión de los Condes, Villaherreros ocupa el segundo lugar de riqueza total y el duodécimo en renta por habitante.

En aquella época contaba el pueblo con una escuela de “primeras letras” y un hospital, ambos fundados por Bernardo del Campo. Además, seguía en pie el palacio del conde de Cervellón (la casa noble de la plaza del Campillo), —aunque se desconoce cuándo pasó a formar parte de este condado—, que lleva más de dos siglos de existencia. El municipio poseía también tres ermitas: Nuestra Señora de Vallarna, San Pedro y San Millán, y la iglesia parroquial de San Román. Existe por estas fechas en Villaherreros una religiosidad popular centrada en diversas cofradías.

En la segunda mitad del siglo XIX se derrumba la espadaña de la ermita de San Pedro debido a un fuerte temporal. Una ermita que estaba casi en desuso, puesto que las celebraciones se habían trasladado a la ermita de Nuestra Señora de Vallarna, que también sufría deterioro en su construcción. En 1868 se decidió utilizar los restos de la ermita del Alto de San Pedro para restaurar la otra ermita en mal estado.

Unos años antes también se había derrumbado la torre del templo parroquial, en 1746. Afortunadamente no hubo que lamentar ninguna desgracia personal y tampoco se rompió ninguna campana. Este derrumbe tiene una explicación: se llevó a cabo una colecta para “levantar un cuerpo más la torre”, a fin de que los vecinos del pueblo tuvieran “la satisfacción de que sus campanas sonasen en todo el territorio de su jurisdicción y la torre tuviese proporción con la iglesia”. No obstante, su estructura fundamental no pudo resistir el paso del tiempo.

Así, el 10 de abril de 1890 comenzaron las obras de derribo del cuerpo que había quedado en pie y meses más tarde se colocó la primera piedra del nuevo proyecto, bajo las órdenes del arquitecto de obra don Ángel T. Marquina. En julio de 1896 se dio por concluida la construcción del tercer cuerpo, que puso fin a las obras que fueron posibles gracias a diversos donativos de la diócesis y de antiguos párrocos, así como de la vecindad de Villaherreros. Finalmente la torre se bendijo el 20 de noviembre de 1897 durante las fiestas de San Román: una torre esbelta, de unos 35 metros de altura y de líneas delicadas en ladrillo.

En diversas ocasiones se había manifestado el espíritu de colaboración del pueblo en obras de utilidad común. La torre fue producto también de un espíritu de solidaridad, como así ocurrió cuando se restauró solo el santuario mariano de Vallarna, y no se pudo con la ermita de San Pedro por la falta de recursos.

 

Vista de Villaherreros tiempo después de la construcción del frontón. / Foto cedida por: Marta Díez

 

Nombres memorables

Fueron varios los villaherrerenses que dedicaron su vida a la evangelización en países lejanos, que realizaron una misión religiosa y cultural, como Roque de la Serna, Pedro Delgado Arconada, Lucio Francés Alonso o José Garrido Francés.

En la labor de construir un pueblo mejor, cada generación es deudora de la anterior, y el Villaherreros de hoy debe agradecer mucho al Villaherreros de ayer. Por eso, hay nombres de personas que aportaron a las primeras décadas del siglo XX valores de diverso tipo, dedicando su vida a una profesión que enriquecía el patrimonio del pueblo. Entre los muchos nombres relacionados con la vida social, podemos destacar el de doña María García Montero, secretaria del Ayuntamiento de Villaherreros a principios del siglo XX, o Nereo Pérez Pérez, que fundó en Villaherreros el Círculo de Recreo “El labrador”. Hijo suyo fue don Juan Pérez Ortega, que fue médico en el municipio y también alcalde, y su mujer Teodora Niño Atienza, que fue maestra nacional en Villaherreros.

Educador destacado fue también don José Juárez Pablos que, terminados los estudios de magisterio, obtuvo plaza en su pueblo natal. Su ejemplar, larga y eficaz actividad educativa le mereció el aprecio y gratitud del pueblo que, 17 años después de su muerte, en 1931, le dedicó una estatua para perpetuar la memoria y el agradecimiento. El homenaje fue motivo de fiesta y los vecinos y vecinas, terminados los actos religiosos, se trasladaron a la plaza de la villa donde se había levantado el monumento que aún allí se encuentra. Después de las palabras ofrecidas por las autoridades invitadas, se celebró un almuerzo servido en el pueblo. Hubo corridas de cintas, carreras de sacos y de velas y baile público en el salón “Olimpia”.

También destaca Dionisio Delgado Cuesta, héroe de la Guerra de Melilla que cae herido en 1909.

Existen un gran elenco de nombres memorables, además de los ya mencionados, como los que honraron el yunque: Abdón García; y Claudio Gutiérrez y Santiago Rodríguez, ambos constructor de carros. Una pequeña industria que se fue desarrollando también con la fragua de un negocio familiar que comenzó a principios del siglo XX y que continuó hasta la creación de Remolques Rodríguez en los años 80 y su crecimiento hasta la actualidad.

Durante el siglo XX, han sido los propios vecinos y sus alcaldes los que han construido la historia de Villaherreros, así como el desarrollo de un pueblo que siempre se ha visto ayudado por la colaboración ciudadana, como cuando llegó el momento de asfaltar las calles del municipio, labor que realizaron entre los vecinos. Además se vivió un momento importante en este siglo, cuando Fuenteandrino se anexiona a Villaherreros en el año 1973. Sin embargo, también se sucedieron algunos momentos difíciles, como el éxodo rural de los pueblos hacia las ciudades de los años 60 y 70 y la concentración parcelaria.

Guiado bajo el apoyo de munícipes como Marino Delgado, Pablo Cuadrado, Ángel Acero, Julio Diez, Pedro Javier Gil, Teresa Rodríguez, José Díez, Manuel Medina o Félix Díez, el municipio ha ido mejorando su estructura y su calidad de vida, pese a que se encuentra con la problemática de la despoblación sistemática que sufre Castilla y, en este caso, la comarca de Tierra de Campos. No obstante, nacen en el pueblo organizaciones que colaboran en el mejor funcionamiento y desarrollo de la vida en sus calles, como la Asociación Cultural Juvenil Sin Fronteras o la Asociación de Mujeres Virgen de Vallarna; o la Junta Agropecuaria Local y la Cofradía de la Vera Cruz, que permiten que diferentes tradiciones, como la Semana Santa o la fiesta de San Isidro, aún continúen celebrándose en el municipio, entre otras muchas actividades.

A finales del siglo XX, Villaherreros se abre más a la comunidad cuando comienza a construirse la Autovía A-231, León-Burgos, en 1997, aunque el tramo que pasa por el municipio no comenzara a funcionar hasta el año 2001.

En la actualidad, como ya hemos mencionado, la historia de Villaherreros la escriben las personas. Vecinos y vecinas que, con su trabajo y también labor desinteresada, ayudan a mantener viva la solidaridad de la que tanto habla su tradición histórica.